07 septiembre 2007

Un mundo de luz.


Ayer en una meditación mi ángel me dijo acompáñame, me tomo de la mano y me llevo al centro del universo, ahí podía ver las estrellas, los planetas y nuestra hermosa tierra.

Y algo me llamo mucho la atención, eran pequeñas luces que se encendían alrededor de todo nuestro planeta, eran luces blancas azules violetas y rosas. ¿Qué son? Le pregunte a mi ángel y el contestó….

-Son los hijos de Dios, tus hermanos que irradian luz. En verdad les digo que se veía hermoso nuestro planeta lleno de luz, pero de repente observando vi como unas se apagaban

-¿Porqué se apagan? Pregunté.

-Por que han dejado de tener fe, por que han dejado de orar, de pedir por los demás.

Vi que una lágrima rodaba por la mejilla de Charlie al decirme esto.

-El ser humano solo pide cuando tiene miedo, cuando necesita algo, cuando piensa solo en si mismo, por eso es que su luz dura tan poco. Los hijos de Dios en cambio piden siempre, en las buenas y en las malas, siempre están enviando energías para que las demás luces se enciendan, para que sus demás hermanos sigan en el camino del amor, de la fe y creando un mundo mejor.


Y yo seguía observando nuestro planeta como en partes se oscurecía y esa oscuridad traía consigo odios y guerras, enfermedades y conflictos, veía niños sin hogar, niños maltratados, mujeres solas con violencia y hombres indiferentes. Veía bosques enteros en llamas y ríos contaminados. Cerré mis ojos para no ver tanta desgracia, y empecé a orar, empecé a pedir a Dios por todos ellos, pedí paz donde había guerra, pedí salud para los enfermos, pedí amor para los niños y pedí porque todos lográramos encender nuestra luz divina, una luz perpetua una luz que nunca nunca mas se apagara. Las lágrimas corrían como mares por mis ojos cuando escuche una voz muy potente que me dijo.

-Esta es mi hija amada!

Abrí los ojos y una poderosa luz blanca ilumino todo el planeta. En ni un solo lugar había rastros de oscuridad. Yo abrace a mi ángel y le dije:

-Mira Charlie, mi Padre ha llenado de luz todo mi planeta.

-Claro que si mi niña- me contesto -, el Padre siempre da a sus hijos lo que piden para el bien de los demás, así que sigue pidiendo siempre cada día a cada hora, que la oscuridad entra en el momento en que dejan de pedir, en el momento en que dejan de pensar en los demás y empiezan de nuevo a pensar en si mismos. Hay tanto porque pedir, y tanto que podemos dar y crear que siento que me estalla el corazón al escribirles y decirles... Oigan hermanos, juntemos nuestras manos en oración, juntemos nuestra luz para crear un mundo mejor, todos los días a cada hora, en la calle, en la casa, en la oficina, en el autobús, pidamos por la paz mundial, por la alegría de los niños, por la restauración de nuestros bosques, por la pureza de nuestros mares, pidamos por que el ser humano deje de ser humano y se convierta en un ser divino, en un verdadero hijo de Dios. Llenemos nuestros corazones de amor, llenemos a nuestras familias de armonía, dejemos a un lado el pasado, que eso ya no esta, ya no importa y enfoquémonos a el hoy, en el ahora y empecemos a trabajar a crear energías divinas y enviarlas a todo ser vivo, a todo hermano que no se ha dado cuenta del poder tan grande que tiene en sus manos para poder crear su felicidad. Convirtámonos en soldados de luz, en soldados de amor, en luces perpetuas, en verdaderos hijos de Dios, siempre! A cada hora y en cualquier lugar. No apagues tu luz ahora que sabes como encenderla!